Terapias de tercera generación: Aceptación y compromiso
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) es un tipo de terapia que se engloba dentro de las denominadas terapias de tercera generación, que surgieron entre los años 80 y 90 en Estados Unidos y forman parte de los modelos de terapia cognitivo conductual.
¿Qué son las Terapias de Tercera Generación?
Mientras las terapias de primera y segunda generación se centraban y (centran) en combatir los pensamientos automáticos o causantes de malestar y sustituirlos por otros supuestamente más adaptativos, creando la llamada evitación experiencial, las terapias de tercera generación ponen énfasis en el diálogo y el contexto funcional y buscan la aceptación y la actitud no enjuiciadora como manera de encontrar el bienestar.
Terapias de Aceptación y Compromiso (ATC)
El objetivo central de ACT es el de crear una vida rica y significativa, aceptando el dolor que inevitablemente viene con ella. ACT es una buena abreviación porque, esta terapia, se orienta a tomar acciones efectivas guiadas por nuestros valores más profundos, en las que estamos totalmente presentes y comprometidos. Es sólo a través de la acción en la que estamos presentes y conectados, que podemos crear una vida significativa. Por supuesto que al intentar crear esa vida nos vamos a encontrar con toda clase de barreras bajo la forma de indeseadas y displacenteras “experiencias privadas” (pensamientos, imágenes, emociones, sensaciones, impulsos y recuerdos).
¿Qué principios utiliza?
La Terapia de Aceptación y Compromiso, utiliza una serie de principios para ayudar a los clientes a desarrollar Flexibilidad Psicológica. Cada principio tiene su propia metodología, ejercicios, metáforas y tareas.
1. Defusión Cognitiva. Aprender a observar los pensamientos, imágenes, recuerdos y otras cogniciones como lo que son –nada más que piezas de lenguaje, palabras e imágenes- en oposición a lo que dicen ser –eventos amenazantes, reglas que tienen que ser obedecidas, verdades objetivas y hechos.
2. Aceptación. Hacer espacio a emociones indeseadas, sensaciones, impulsos y demás experiencias privadas; permitirles “ir y venir” sin luchar contra ellas, huir de ellas o prestarles una indebida atención.
3. Contacto con el momento presente. Brindar total atención a la experiencia en el aquí y ahora, con apertura, interés y receptividad, focalizándose y comprometiéndose totalmente (participando de lleno) en lo que se está haciendo en ese momento.
4. El Yo-observador. Acceder al sentido trascendente del ser, la continuidad de conciencia que es imperturbable, siempre presente e impermeable al daño. Desde esta perspectiva, es posible experimentar en directo el hecho de que no somos nuestros pensamientos, emociones, recuerdos, impulsos o sensaciones. Estos fenómenos cambian constantemente y son aspectos periféricos de nosotros, pero no son la esencia de quienes somos.
5. Valores. Clarificar lo que es más importante, desde el fondo del corazón, qué clases de personas queremos ser, qué es lo significativo y valioso en nuestra vida y qué queremos representar en esta vida.
6. Acción Comprometida. Establecer metas guiadas por valores e involucrarse en acciones efectivas para alcanzarlas.